jueves, 3 de agosto de 2017

Reseña: KANADA, de Juan Gómez Bárcena.

Título: Kanada
Autor: Juan Gómez Bárcena
Publica: Sexto Piso Editorial
Páginas: 196
Precio: 17,90 €

Se ha escrito mucho sobre la II Guerra Mundial: de los buenos, de los malos, de las batallas, del sinfín de historias que acontecieron o pudieron acontecer durante los años que duró… No se habla tanto, sin embargo, de lo que pasó inmediatamente después para los soldados de ambos bandos, para aquellos que sobrevivían como podían en las ciudades o en los pueblos… O para los supervivientes de los campos de concentración. ¿Cómo se sentirían al ser liberados? ¿Cómo fue su vuelta a casa? La respuesta puede que la encuentres en Kanada, la nueva y extraordinaria novela de Juan Gómez Bárcena de la que hoy os vengo a hablar.
Un hombre vuelve a casa después de la guerra. Sus vecinos no saben exactamente dónde ha estado ni qué ha hecho durante su ausencia, aunque lo imaginan. Él tampoco sabe lo que ellos han hecho durante ese tiempo, viviendo el mismo barrio de siempre mientras él vivía un infierno. Tampoco le importa. Lo único que sabe es que durante su ausencia han estado cuidando de su antiguo hogar. Él no esperaba encontrar su piso en pie, pero ya que lo está, decide entrar. Lo que se encuentra dentro, sin embargo, le desconcierta: muebles que le son extraños, vistas distintas a las que tenía antes de marchar, demasiado espacio para él... Tan solo su antiguo despacho le resulta familiar y acogedor, con sus libros (aunque no estén ya completos), su ventana y su apreciado telescopio. Encerrado en aquella habitación, verá la vida pasar mientras su mente se aleja cada vez más y más, volviendo siempre a Kanada, el lugar que le cambiaría para siempre.
         El protagonista de esta historia, un hombre del que desconocemos el nombre (al igual que sucede con el resto de personajes) ha ganado la libertad tras la guerra y, sin embargo, ha perdido todo lo que tenía antes del comienzo de la contienda bélica: su empleo como profesor de Astrofísica en una universidad, su familia, sus amigos, sus bonitos muebles… Hasta su propia identidad. El trauma de lo vivido pesa demasiado, y el mundo al que vuelve le resulta totalmente ajeno. ¿Cómo pueden seguir todos sus vidas como si no hubiera pasado nada? ¿Por qué quieren que él también lo haga? Incapaz de salir de su habitación, pronto se convertirá en un espectador de lo que está por venir en su país.
         Nuestro protagonista está solo y no lo está. Durante el presente en la narración le acompañarán un sinfín de personajes, aunque solo dos permanecerán a lo largo del tiempo: su vecino y su mujer, dos seres ricos en matices que convertirán a nuestro hombre en el más curioso de los rehenes. El vecino es un ser ambicioso; la mujer, una criatura compasiva. De sus acciones depende la supervivencia de nuestro hombre, en más de un sentido.
         La acción tiene lugar en dos lugares: la casa en la que vive nuestro protagonista y Kanada. El tiempo va pasando y la Historia avanza, con sus nuevos conflictos, que el hombre ve a través de su ventana. Una Historia, la de un país de Europa, de la que no se ha hablado tanto en España (al menos no desde el terreno de la ficción) y resulta realmente interesante. Por otro lado, Kanada es un lugar eterno, donde las mismas acciones tienen lugar una y otra vez. De la observación de ambas narraciones el protagonista sacará una misma conclusión: la misma que el lector. Una conclusión tan triste como horrible que hará que nos planteemos hasta qué punto puede decirse que el ser humano es o no inteligente.
         Esta historia de ritmo in crescendo nos es contada por una voz que se dirige al protagonista. Muchos piensan que el manejo de la segunda persona en la narración es de lo más complicado. Probablemente tengan razón. Es cierto que cuando no se sabe manejar bien, puede llegar a confundir al lector, incluso a aburrirlo. Pero cuando se sabe hacerlo, como es el caso de Juan Gómez Bárcena, el resultado puede ser extraordinario. ¿Se dirige ese narrador realmente al protagonista como un amigo? ¿Acaso el protagonista sufre un desdoblamiento para contarnos su historia, siendo el narrador la parte del pasado que queda de él? ¿O no será que se dirige a nosotros, los lectores, con el fin de que nos metamos en la piel de este pobre hombre para sacudir nuestras consciencias?
No lo sé. Yo ya no sé nada después de leer Kanada, amigos lectores. Llegar indemne al final de esta desgarradora novela tras prestar atención a las reflexiones de este hombre que volvió a su casa siendo otro, sus recuerdos del pasado, sus sueños, sus nuevas vivencias, la importante parte de la Historia que ve pasar a través de su ventana, etc, se me hace totalmente imposible. El horror se instala en tus huesos y no te deja. Se adormece y vuelve siempre que recuerdas esta historia. Siempre que vuelves a Kanada con su protagonista. A esta magnífica narración. A esta genial historia de historias. A una novela que, queridos amigos, no deberíais dejar de leer.
Cristina Monteoliva