A mí siempre me han gustado las
historias. Cuando era pequeña, me dormía escuchando la Cenicienta, la Bella Durmiente,
Caperucita... Más tarde, cuando aprendí a leer, conocí las aventuras de Heidi,
de un niño que vivía en una lata que se llamaba Konrad, de otro de nombre James
que viajaba en un melocotón gigante, y de un montón de personajes más.
El caso es que cuantas
más historias conocía, historias habladas, escritas o vistas en la televisión,
más historias nuevas se creaban en mi cabeza y más ganas tenía de que, por
decirlo de cierta forma, se hicieran realidad. Por eso, desde muy pequeña,
empecé a escribir mis propias historietas, cuentos y novelitas que dejaba que
mis amigos leyeran.
Creo que a mucha gente
le habrá pasado lo mismo. La diferencia entre los escritores y el resto de la
gente que escribía cuentos en la infancia es que los escritores (de ficción, en
este caso) siguen haciéndolo hasta el día en el que se dan cuenta de que
quieren que lo que teclean en la pantalla del ordenador llegue no sólo a la
familia y los amigos, sino también a gente que igual no vas a conocer nunca. Gente
que va a pasar un buen rato con tu historia, que va a vivir aventuras mientras
lee o que incluso va a ver el mundo de otra manera después de llegar al final y
cerrar el libro.
El querer que lo que
escribes se convierta en un libro, sin embargo, no es suficiente. Para ser
escritor de ficción, por ejemplo, tienes que tener más cosas:
-
Mucha imaginación,
para poder crear historias originales que gusten a los lectores, inventarte
mundos, describir bien a tus personajes…
-
Capacidad de observación,
ya que muchas cosas de las que se escriben provienen del mundo real:
descripciones de ciudades, conversaciones que se escuchan en el autobús, hechos
históricos, etc. De hecho, la mayoría de lo que se escribe proviene de una idea
que te ha venido de fuera de tu cabeza, no de dentro.
-
Paciencia,
porque el de escritor es un trabajo un tanto solitario y a veces te puedes
atascar en un capítulo y te llegas a desesperar. También porque lo que escribas
lo vas a tener que revisar muchas veces hasta que quede bien.
-
Disciplina.
Esto es como cuando te pones a estudiar para aprobar una asignatura: si no le
echas un buen rato cada día, no te va a salir bien, o no te va a salir nada. Hay
que insistir y no parar.
-
El conocimiento de ciertas normas. Como, por ejemplo, la gramática y la
ortografía española; pero también otro tipo de reglas que harán que tu cuento o
novela quede bien escrita desde todos los aspectos posibles.
Imagino que todo esto
estará sonando un tanto aburrido, pero yo os lo tengo que contar porque hay
mucha gente que cree con sólo tener imaginación y cierto ingenio, y con ponerse
a escribir, está todo hecho, y no es así. Escribir es un oficio, y como tal hay
que tomárselo, de ahí que las cosas no se puedan hacer, por así decirlo, a lo
loco.
¿Significa esto que los
escritores nos aburrimos cuando escribimos? ¡Qué va, todo lo contrario! A pesar
de las normas que hay que seguir, la paciencia y la disciplina, los escritores
nos divertimos muchísimo mientras tecleamos en el ordenador o llenamos libretas
con escenas para nuestros cuentos o novelas. Si no tuviéramos esa ilusión y no
nos lo pasáramos bien, no lo haríamos. Sobre todo porque en España es muy
complicado vivir solamente escribiendo. Si eres famoso, a lo mejor sí, pero la
mayoría de los escritores tenemos que tener otros trabajos. Así que si tienes
ganas de aprender a escribir y llegar un día a ser escritor o escritora,
¡adelante!
Ojalá los autores algunos de los libros que he tenido la desgracia de leer hubieran leído esta entrada antes de ponerse a perpretar sus crímenes contra la literatura.
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